Aunque las medidas de confinamiento y distanciamiento social empiecen a relajarse, las secuelas del covid-19, que impactó profundamente en la ya vulnerable región centroamericana, continúan golpeando y haciendo más profundas algunas problemáticas preexistentes, tal es el caso de la desnutrición en Centroamérica.
Antes de la pandemia, la FAO reportaba que en 2019 el hambre afectó a cerca de 47.7 millones de personas en Latinoamérica y el Caribe. Esto es más del 7% de la población de la región. Para julio de 2020, aseguraba que «la pandemia podría empujar al hambre entre 80 a 130 millones de personas en el mundo», al tiempo que señalaba que el riesgo de desnutrición es mayor en Centroamérica (Voz de América, 2020).
Tan solo en Guatemala, de duplicó la cantidad de personas sin alimentos. De los 17 millones de habitantes del país, 1.2 millones están en crisis alimentaria, esto es 570 000 más que a principios de año. Este incremento está directamente relacionado con la pérdida de los medios de vida provocada por la pandemia.
Si a ello sumamos los devastadores efectos del huracán Eta y los que aún se esperan por el huracán Iota, el panorama es más desalentador aún, porque en el llamado Corredor Seco, que de por sí ya estaba teniendo serias dificultades relacionadas con la sequía para hacer prosperar su producción agrícola de sobrevivencia, ahora se han perdido muchos cultivos, afectando a miles de familias.
Ante la falta de capacidad de respuesta de los gobiernos locales, ha sido la población civil, organizaciones no lucrativas, empresas responsables y organismos internacionales los que se han organizado para atender las necesidades inmediatas de la población que lo ha perdido todo y está en mayor riesgo de hambre y desnutrición.
El sobrepeso también es un componente de malnutrición
A finales de 2019 la Deutsche Welle publicó un artículo titulado «Centroamérica: donde antes hubo hambre, hoy hay obesidad«.
Allí se señala cómo entre los 45 millones de habitantes del Corredor Seco centroamericano (que abarca una importante franja de terreno que recorre desde México hasta Panamá), que viven por debajo del umbral de la pobreza, hay altos niveles de sobrepeso.
En un mismo municipio, incluso en una misma familia, puede coexistir una doble carga, de personas con desnutrición crónica y personas con sobrepeso. Lo que señala no solo la inseguridad alimentaria típica de la región, sino también una ausencia de educación nutricional.
Lo más preocupante del caso es que mientras la desnutrición crónica no cede, la obesidad va en aumento. Ello supone fuerte presión en los ya de por sí poco eficientes sistemas sanitarios.
De hecho, en Honduras la carga económica de la desnutrición y obesidad es del 10.2% del PIB, de acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos.
Acciones para mitigar la desnutrición
El camino que Centroamérica debe recorrer para abordar la problemática de la desnutrición es aún largo y cuesta arriba. Se requieren de muchos esfuerzos conjuntos para lograrlo.
Actualmente hay muchas instituciones nacionales y regionales que están trabajando para mejorar las condiciones de la población más vulnerable ante el hambre y la desnutrición en Centroamérica.
Por ejemplo, recientemente se originó el Plan de Atención a la Inseguridad Alimentaria y Nutricional de la Mancomunidad Trinacional Fronteriza Río Lempa, que busca fortalecer la producción agrícola de autoconsumo en el área del Trifinio (región fronteriza que comparten El Salvador, Guatemala y Honduras), una de las zonas más pobres y con mayores niveles de desnutrición infantil.
«El plan, impulsado por el IICA, la UE, el SICA y la Mancomunidad, también implementará modelos de diversificación con granos básicos, cultivos anuales, hortalizas y aves de traspatio según la diversidad topográfica y de ecosistemas de las zonas territoriales, que permita mejorar las condiciones nutricionales de las familias y generar ingresos», reportó la agencia EFE.
Entre las acciones a largo plazo que llevan años de trabajo en mejorar la educación nutricional, está el Programa de Nutrición y Emprendimiento Comunitario de la Fundación Juan Bautista Gutiérrez, que actúa en Guatemala, uno de los países con mayor prevalencia de desnutrición crónica en el continente.
Este programa no solo ofrece educación a las poblaciones a las que atiende en materia nutricional, sino también facilita acceso a alimentos nutritivos, al tiempo que brinda oportunidades de autosostenibilidad y desarrollo para mujeres.
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