Cualquier toma de decisiones involucra comúnmente numerosos factores. En el ámbito empresarial esta no es la excepción, y por ello se habla del análisis de riesgos, un proceso común dentro de las organizaciones en el que se deben considerar todos los elementos antes de implementar una nueva medida o proceso.
Por lo tanto, es fundamental comprender qué conlleva este análisis para poder ejecutar este procedimiento en todas las actividades comerciales que una empresa realiza. En este artículo se abordará su importancia, sus ventajas, y los pasos esenciales para llevarlo a la práctica.
¿Qué es el análisis de riesgos?
Básicamente, el análisis de riesgos es el proceso de identificar y evaluar problemas potenciales que podrían afectar negativamente a un negocio. Su principal objetivo es ayudar a las organizaciones a evitar o mitigar los riesgos.
En este sentido, esta verificación debe incluir tanto el análisis de riesgos que involucren a los empleados y directivos de la empresa, como a los socios, los proveedores, los clientes, y demás grupos de interés que interactúan con una organización.
Después de todo, cualquier acción de una persona que participa en los procesos de su empresa puede generar impactos positivos o negativos. Por lo tanto, es necesario conocer de forma detallada el perfil de todos estos individuos, con el fin de prevenir posibles amenazas.
¿Qué tipos de riesgos puede enfrentar una empresa?
Antes de comprender cómo poner en marcha un análisis de riesgos, es importante conocer qué clase de amenazas puede enfrentar una empresa. En ese sentido, hay varios tipos de riesgos a los que estas son susceptibles, entre los que destacan principalmente 3:
Riesgos estratégicos
Los riesgos estratégicos se refieren al posicionamiento de la empresa con relación al producto o servicio, las estrategias de mercado, y sus competidores, para determinar qué factores pueden afectar cada uno de estos aspectos, especialmente en el mediano y largo plazo.
Por ejemplo, el mercado puede fluctuar según el escenario político, el escenario macroeconómico, o las innovaciones tecnológicas. Para no sufrir ningún problema, las organizaciones deben ser capaces de adaptarse rápidamente a estas situaciones y tomar decisiones ágiles. Ello reduce los riesgos de estos cambios y asegura una mayor competitividad.
Riesgos financieros
Estos son riesgos que afectan directamente el flujo de caja y la rentabilidad del negocio, pudiendo incluso dañar la salud financiera de la organización. Habitualmente, es posible destacar aquí el riesgo de endeudamiento, es decir, cuando la empresa sufre de morosidad o problemas de planificación financiera, así como los riesgos en negociaciones para la compra y venta de insumos y productos, sean transacciones nacionales o internacionales.
Riesgos operativos
Esta clase de riesgos son aquellos vinculados a procesos que pueden generar pérdidas elevadas para la empresa, tales como fallas operacionales, problemas de maquinaria en las industrias, pérdida de documentos importantes, brechas de seguridad, fraude u otros. En otras palabras, estos atañen a diversos problemas que pueden impactar las rutinas comerciales, afectando las metas, la producción y los resultados de la compañía.
¿Cómo se lleva a cabo un buen análisis de riesgos?
Teniendo en cuenta todo lo anterior, para realizar este proceso deben seguirse los siguientes pasos:
- Identificar la situación a analizar: este proceso siempre se hace con respecto a una situación específica. No se puede hacer un solo análisis para múltiples decisiones o para diferentes actividades. Es necesario desglosar el proceso en las diferentes acciones que lo componen, con el fin de evaluar los riesgos de cada una.
- Definir los recursos y los posibles resultados negativos de la situación: como ya se ha visto, cualquier situación específica tiene un riesgo inherente, o a veces, más de uno. En esta etapa se deben analizar los recursos con los que se cuenta para contrarrestar una situación, y los escenarios que pueden derivarse de la situación analizada.
- Estipular el grado de cada riesgo: es este el momento de determinar la intensidad de cada amenaza. Hay una fórmula matemática para esto: calcular la probabilidad de que ocurra por la gravedad del resultado. Cada uno de estos factores está representado por un número en una escala. Esta técnica permite priorizar acciones para sucesos de grado alto, aquellos que tienen una probabilidad mayor de ocurrir y, al mismo tiempo, generar resultados más graves para la empresa.
- Definir las estrategias: finalmente, llega el momento de definir qué hacer con el riesgo que se ha identificado. Tradicionalmente, el mundo de la gestión empresarial reconoce cinco tipos de estrategias básicas: aceptar, evitar, transferir, mitigar y explotar.
Tomando en cuenta algunos de estos pasos y la posibilidad de aplicarlos correctamente, una determinada organización conseguirá mayor prevención e incluso reducción de posibles riesgos y pérdidas económicas en todos sus negocios.
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