Cuando se observan los perfiles de puesto requeridos en diversas plataformas que se encuentran en proceso de reclutamiento cada vez es más frecuente encontrar dentro de estos requisitos la proactividad. La proactividad está relacionada con el comportamiento anticipatorio, orientado al cambio e iniciado de manera espontánea en diversas situaciones.
En esa capacidad de anticipación, la proactividad está basada en preparación. En otras palabras, la anticipación no es producto de la improvisación sino un resultado de las experiencias y conocimientos adquiridos por la persona que, luego de diversos procesos de reflexión y toma de decisiones previas, podrá actuar de manera más asertiva ante las nuevas situaciones que se le presenten.
Ser proactivo no es un suceso que ocurre, más bien se convierte en un estilo de vida que se practica y que demanda constante búsqueda de mejorar. El desarrollo constantes se convierte en una filosofía que la persona adopta y que vuelve contagiante a su alrededor para generar progreso y mejora sostenida.
Los cambios que las organizaciones experimentan cuando los miembros de sus equipos de trabajo poseen el rasgo de la proactividad son no solo notorios, sino constantes, pues dada la visión anticipada que se forma por parte de los individuos es común considerar las tendencias de cambio que el entorno presenta.
Lograr un comportamiento proactivo no es cuestión de cumplir solamente con un listado de requisitos, más bien se convierte en la modificación de conductas y comportamientos que pone especial atención a los detalles momentáneos que pueden marcar grandes diferencias a su alrededor. Medir el estado de proactividad de una persona pudiera representar un gran desafío que de manera incierta se puede conseguir, sin embargo cuando en el ambiente se vive bajo este principio es notorio el resultado de mejora bajo el que se ejecutan las actividades.