Todo comenzó con una idea. Stephen Covey, mencionaba en sus conferencias y dejó plasmado en varios de sus libros el concepto de las dos creaciones. La primera, la intangible pero altamente poderosa que sucede en nuestra mente y la segunda, la que logra materializar lo que la primera creó.
Nuestra mente es una herramienta de creación. Nuestro cerebro disfruta crear. Al momento de generar una idea se generan neurotransmisores que provocan satisfacción, placer y hasta cierto grado de relajación. ¿La razón? Nuestro cerebro fue diseñado para crear. Las ideas que pasen por nuestra mente tienen justo ese poder: formar una realidad que nuestro cerebro no logrará diferenciar de lo tangible o intangible. Para él el tipo de pensamiento que se tenga será una realidad y tomará decisiones sobre esa realidad que conciba.
Por esa razón, es importante para el desarrollo y progreso humano, tener una mentalidad que propicie esos factores. Cambiar de una mentalidad de escasez a una de abundancia, transformar los pensamientos negativos en positivos, rehusarse a lo que destruye a favor de lo que puede construir.
Ahora bien, esto no se trata de simple sugestión. Se requiere acompañar de acciones ese tipo de pensamiento a fin que pueda lograrse el resultado deseado. Un pensamiento es tan poderoso como las acciones que logra provocar. Al fin de cuentas, lo más importante es la materialización de los pensamientos esto es lo que a la larga cambia la realidad existente.
Piense en grande, ¡Sí, hágalo! Pero actúe también en grande. Un pensamiento es el inicio para generar el cambio, pero será necesario para ver el futuro que se desea, que la acciones se empiecen a realizar. Guatemala podrá ser un país que propicie el desarrollo y progreso para todos sus habitantes en la medida que realicemos las acciones correctas, y esas acciones correctas inician con un pensamiento, con un cambio de mentalidad.