El Banco Interamericano de Desarrollo destinará el 27% de su presupuesto al fortalecimiento de la economía de Centroamérica.

La emergencia sanitaria derivada de la pandemia continúa impactando profundamente en muchos países del mundo. Aún con todas las medidas impuestas para intentar frenar la propagación del covid-19 y mantener a flote los sistemas de salud y las distintas economías, los efectos son devastadores.

Centroamérica es una de las regiones más golpeadas, no solo en materia sanitaria, sino también con crisis sociales, políticas y económicas. En esta región el conteo de casos está por encima del medio millón y con una taza de contagios diarios que supera los 300.

Previo a la llegada de la pandemia, en la región no se contaba con las condiciones sanitarias, la capacidad de encamamiento, unidades de cuidados intensivos equipadas, respiradores, personal médico o para hacer pruebas de detección del virus.

A eso se suma que, a sus ya vulnerables economías, ahora se añaden las deudas adquiridas para enfrentar la situación. Una de las preocupaciones mayores está relacionada con el incremento en el hambre y la pobreza.

De acuerdo con una publicación del diario El País, «el PIB de Centroamérica se contraerá un 6,2% en 2020 (que supera al descenso registrado durante la Gran Depresión de 1930, del 5%); con México en la ecuación, la caída será del 8,4%, según cálculos de la Cepal».

Hay tres pilares fundamentales que deben ser atendidos para que la economía en Centroamérica no termine de colapsar en esta coyuntura: mejorar los sistemas sanitarios, ayudar a las personas vulnerables y mantener a flote las empresas.

En esta línea, el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) ha destinado una inversión de 3336 millones de dólares (27% de su presupuesto) para amortiguar el impacto de la pandemia en la región centroamericana.

 

Una nueva realidad

Teniendo en cuenta la situación de cada país y ante el panorama tan desalentador, el BID se dispuso a diseñar programas para cada una de las situaciones de cada país.

Comenzaron con Nicaragua diseñando programas de fortalecimiento sanitario con una inversión de 43 millones de dólares, con el fin de mejorar el sistema de pruebas (tanto rápidas como moleculares), así como optimizar los diferentes centros de salud para una mayor y mejor atención a la población.

Nicaragua fue uno de los pocos países donde la inversión fue destinada a mejorar la atención de la salud, ya que, en la mayoría de los países de Centroamérica, la inversión fue dirigida a fortalecer el ámbito económico.

Por otro lado, en Belice se realizó un plan bastante distinto. Al tratarse de una población pequeña, en donde la economía depende ampliamente del turismo, se buscó restablecer el sistema de salud, con una inversión de 15.5 millones de dólares con el fin de desarrollar un programa para mejorar la calidad y resiliencia del país.

Del mismo modo, para Costa Rica, la inversión fue de 265 millones de dólares para la reactivación económica, tras la crisis que ha dejado la pandemia. Mientras que en Honduras y Panamá la inversión ha sido directa con el sector privado del país.

Se estima que, con la inversión realizada por el BID, los países de Centroamérica reactiven poco a poco su economía y la atención de salud. Brindándole a la población un equilibrio que le permita seguir adelante.

 

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